Variaciones

Me comentaron que le dijeron, por medio de alguien que lo oyó al pasar, que
sabía pero no tenía la confirmación aunque sospechaba porque se había
vuelto habitual o intuía la verdad del asunto, que más concreto no podía ser
en toda su dimensión, porque quedaba claro que la certeza era real al tener
tamaña revelación, una épica, hazaña a rememorar en tiempos venideros,
años ha, futuro inmediato, a la vuelta de la esquina y al alcance de la mano,
como las manos cargadas de verdades, o eran puños, si la memoria no me
falla, uy, justo , el desperfecto, qué macana, quedaron en llamarme por el
presupuesto que pedí de la plancha que llevó Ernesto al service y no tengo
novedades y no puede quedar éste vestido con la mancha que no salió
completamente y si lo mando a la tintorería para que le hagan un
tratamiento especial quitamanchas y después lo alisen con esas máquinas
modernas que importan de China y te dejan la ropa toda lisita y sin arrugas y
sin olores y no hay dios ni electrodoméstico hogareño, como la cafetera esa
italiana que le salió un ojo de la cara al hermano del cuñado de la tía de
Ernesto, que son una familia grande y llena de guita, puta que no tengo que
pensar así ni comentarlo en voz alta ni menos enfrente de la nena, que por
más que sea chiquitita lo entiende todo, o casi, sí, se parece a mí cuando
tenía esa edad, por lo inteligente, lo pizpireta, un poquito atolondrada, en
eso salió a mi marido, porque además de venir de una familia grande y llena
de plata, no pasa todo por la billetera, cuánta razón tiene el gordito ese que
aparece en los programas de chimentos de la tarde, ahora no tanto, ese, el
que lanzó “billetera mata galán”, qué memoria la mía que no puedo
acordarme, puta, cómo se llama, el jetón, bajito, tiene nombre paisano, el
moishe ése, ay, que haber si se me escapa en una reunión del colegio y
piensan que soy media nazi por decir moishe, que no, si hasta salí con uno
cuando estaba en la primaria, segundo o tercero, unos años más que mi
bebé, que está en primero y también tiene su noviecete, por suerte de buena
familia, todos cristianos, que no, no tengo nada contra los judíos, si hasta salí
con uno hasta que mamá se dio cuenta y no vino más a casa y en los recreos
no le daba bolilla, qué tiempos aquellos, hace siglos, todavía estaba delgada
y con buenas curvas, de esas por las que los chicos te lanzan cosas cuando
estás empezando la pubertad, sí, qué lindo, cuánta pureza y respeto, y
costumbres sanas, sin tanta violencia y a los mayores se los escuchaba, por
más que a veces no tuvieran tanta razón y que levantaran la voz ante
cualquier travesura mía y de mi hermano, y tomara papá, sí, cómo te
extraño, viejito lindo, te adoraba, pero se te calentaba el pico enseguida y
gritabas un poquito, no mucho, salvo cuando te pusiste mal porque viste a
mamá charlando muy campante y contenta y risueña y hasta casi feliz, que la
felicidad nunca fue moneda de cambio en casa, con el panadero, y la
esperaste en el cuarto y te pusiste rojo y de un portazo te encerraste con ella
en la pieza, y se escucharon los estallidos de los frasquitos de perfume y un
portarretratos quebrarse contra una pared y después un sonido seco, y más
tarde, al ratito, la doña saliendo con un pañuelo, presionando su ojo
derecho, unas marcas en las muñecas, gotitas de sangre en blusa turquesa
que tanto le gustaba, y corrió y se encerró, esta vez sola, en el baño, y los
sollozos, sí, cómo me vienen las imágenes a la cabeza, qué locura, cuántos
años pasaron, pucha, rojo, y si me pongo el vestido rojo, se dice colorado y
queda más cheto, “bien”, y me ahorro la tintorería, no? Lo otro, puro rumor al
final, vistes.

Eze I.

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