Paradojas en rouge


Vin Rouge Pomerol, dice la taza que paradójicamente deja escapar el humo de un caliente té. El mediodía es mi mañana en una jornada más. Mientras, el eco de la libertad retumba en la habitación pseudo vacía habitada por dos habitantes de extraños códigos; uno maulla, el otro habla en silencio.
En sus mudas estrofas recita, solicita, la certeza de lo incierto, la posibilidad de lo que no hará y el borrar las huellas de lo que hizo. Camino sin andar, recorrido con anzuelo. Un poco más acá la felicidad desesperadamente. Madrugadas de luna llena, atardeceres de cándido sol, vientos acariciadores como manos humectadas, delicadas lloviznas de suaves rocíos y pétalos teñidos por alegrías eternas, efímeras.
Un poco más allá, presente, el vacío. La ausencia remediable que no quiere remediar. El sendero con pisadas que se debe olvidar. Ni más acá, ni tan allá. Aquí y ahora.
Los dos huéspedes hospedados en esta habitación reescriben sus historias, rearman sus relatos. Una dormita recogida sobre sí, en el borde de la cama; el otro, su obligado socio de campaña, redacta sus pequeñas grandes paradojas.


Ezequiel I.

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