Inconclusas

Miró a cada lado del camino, pero sólo vio más trayecto sin señales de vida. Estaba parado en un punto inexacto entre la mitad de algo, el comienzo o, quizás, el final. Quedó inmóvil y dubitativo, a la espera de que algún acontecimiento inesperado le alumbrara los pasos a seguir, el próximo movimiento a realizar. La jugada que lo salvara de esa incómoda posición en la que se hallaba desde hacía bastante más de lo que deseaba.

Bajó del trineo a escasos metros de la ventana que daba a la calle lateral, aquella que contaba con tan poca iluminación desde que tenía memoria. Cada tanto, Kurt prometía arreglar la conexión del poste que permitiría una mejor visión cuando el atardecer se fundía en noche. Con o sin frío. Pero casi siempre solitarias.
Los perros aullaron con un extraño ladrido al unísono mientras ella hurgaba en el interior de su abrigo en buscar de la llave correcta: en plena faena cruzó y chocó sus dedos con el envoltorio de un chocolate amargo -que parecía mantener algunos trozos todavía-, un botón eternamente descosido que vagaba sin consuelo desde hacía meses, una diminuta hebilla que usaba para recogerse el pelo en clase, y su moneda de la “suerte”.

Faltaban un par de clientes más para acabar el turno, ya que no se trataba exclusivamente de cumplir un horario sino de (maldito hijo de puta del encargado) terminar de atender hasta la última mesa, fuese mucho o poco lo consumido.
Recostado sobre el marco de la puerta apenas podían verlo pero él controlaba a sus anchas la estrecha estancia, donde los taburetes ganaban por goleada a sillas y mesas, en un terreno atestado de mobiliario para tan faltos metros cuadrados de local.
Dio una penúltima pitada al cigarrillo, a la vez que contaba la propina de la jornada; la clientela de ese pseudo antro –ni alcanzaba para considerarse una pocilga con todas las letras- no se caracterizaba por la dadivosidad en sus vueltos.
A punto de aspirar el tabaco por última vez, escuchó esa voz que modificaría el rumbo de la madrugada.
-¿Disculpe, podría darme un café apenas cortado?-pronunció una silueta femenina que no estaba presente hasta hacía instantes-. Pensé que estaba cerrado pero vi a esos tipos en la mesa del fondo y entré.
De manera imperceptible se sentó en la barra.  


Eze I.

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