Efemérides


Un hora como hoy, en este momento, de una jornada que aún no ha llegado pero que está pasando, envuelta en el bólido de lo que no fue. Minutos, y un segundero descompuesto que menea la aguja con rítmica discusión, marcha atrás, contrario al mundo; enojado con la fugacidad.

Mañana. Una página levemente doblada que inspira las esperanzas, mas no evita el cúmulo volcánico de incertidumbres, de pequeño flagelos modernos. Contemporáneos.

Una foto. La imagen en cámara lenta. Unas escaleras que conducen a un primer piso casi desolado, oscurecido por las paredes con machimbre y los focos apenas destellantes, agonizantes. Palabras que se mezclan en lenguas contrapuestas, extranjeras recíprocamente. Viceversa.

La mirada focaliza el cartel de neón. Un hotel, una habitación. Las persianas casi cerradas con el hermetismo sacro de la pulcritud. La eutanasia de los aromas y de los tenues brillos que no podrán violar la negrura interior de un ambiente cualquiera, a través de unos ojos, en una primera planta ya más completa, latente.

Un teclado. El chirrido de un frenar abrupto y un grito seco –¿los hay húmedos?- que despierta a los adormecidos en vigilia. Altisonante versión de una película que otra vez se oye atravesando la medianera, y la ausencia de los grillos veraniegos y las luciérnagas citadinas y los murciélagos de la infancia y las doce como límite entre lo prohibido y lo profano.

Trece. Han pasado de un nuevo día. Donde el AM se diferencia por su callada complicidad propia del que amanece en penumbras. Sólo. Quieto. Rebelde. Unico.      


Ezequiel I.

Comentarios

enverosimil dijo…
Y entusiasta. Y virtuoso. Y otros tantos.

Entradas populares