Qué horas son mi corazón?


Más de una vez me he preguntado porqué desde la melancolía esta pluma virtual da mejores resultados, reflexiones un tanto más hondas -por lo menos en el sentir. Quizás, lo intuyo, como tantas otras sensaciones que anidan en mi plexo y que nuevamente aumentan su latir, las letras son esa catarsis que la gola demora en traducir en sonidos a quien corresponda.
Esa conocida pero torpe inseguridad de marearse con las defensas caídas y la solitaria petulancia en alto, al filo de lo cotidiano, con la desesperanza de mantener un destello de esa ilusión que se desea concreta. Sin saber de que lado reposará esta tómbola ficticia, con el fluir a flor de piel, con la suave brisa que adelanta el aroma de los naranjos frente al otoño de lo rutinario, perla que refugia del tedio.
Delicioso tesoro a la vuelta de la esquina, manjar que se devora con la mirada y que, lánguida e informal, incita a roces corporeos y mentales; la suma de los hechos, la presencia que, de hecho, los desencadena.
Allí está: breve sinfonía agridulce navegando por el paladar. Veneno sutil que estimula, excita, complementa y aquí, ansioso, la necesidad de continuar bebiendola...


Ezequiel I.

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