Hacía rutas salvajes...

                                                                       
Será una tarea compleja intentar transmitir las sensaciones, mixtura de emociones y contradicciones que experimenté anoche, al poco de comenzar la película en cuestión. Pero quizás corresponda iniciar el relato de ese torbellino desatado internamente con el impulso primero, aquel que gatilló llanto indisimulable y cuasi constante, palpitares de ilusiones, reflejos de utopías latentes en el corazón, escapando a la trampa del raciocinio brutal, implacable como la rutina que lo alimenta. 
Sábado por la noche: Se prende la mecha... Poca relevancia en este caso tienen las horas anteriores y las que precedieron a la conversación entre un amigo y quien esto escribe, en mi departamento -empanadas y alcoholes por medio-, y que concluyó con mi asombro ante historia semejante. 
Ambos estábamos todavía con reminiscencias de nuestro último viaje (llamarlo vacaciones no es del todo justo, ya que remite a un período de descanso "obligado", fuera del concepto real que los antiguos griegos poseían del ocio; aquel período en que la creatividad tomaba las riendas desde la pasividad alerta del no estar laborando) y eso se respiraba en el ambiente. Fue allí cuando me sugirió un film que había visto a su regreso del sur, ese punto austral donde ambos coincidimos sin encontrarnos físicamente, cargados de historias similares, con las ansías de lo distinto en ebullición. Con cada palabra logró acercarme más a la trama, y la curiosidad aterrizó en esa "caja boba" modelo siglo XXI, la computadora y su fiel simbionte, Internet; rápidamente Youtube sació la necesidad de imágenes, el acompañamiento de sonidos... 
Y los sentidos, tamizados por esa razón pretenciosamente absoluta, pujaron esa maraña de convencionalismos, de etiquetas sumarias, apócrifas, falaces. Un desesperanzado frente a su propio espejismo, observando como la ficción internalizaba el sueño de una realidad, mientras el sopor de lo establecido continuaba su marcha, a paso firme, aplastante. 

La noche prosiguió su camino, con esa pretensión de sin rumbo que sólo acentúa lo inevitable del trajinar diario. La mecha, quizás húmeda, chisporroteaba levemente ante la fogosidad de ese cuento, a la espera de pasar las horas y conocerlo en profundidad. 
Domingo a la medianoche: ...se renueva la llama. Sin vergüenza ni ampulosa exaltación de emotividad, todo aconteció entre lágrimas de aprobación, de tristeza, de bronca, gotas de envidia ante la cobardía de este espectador, de amor inocente, de aromas a encuentros sin plazos, momentos sin carrera contra reloj, ni espadas de Damocles pendiendo sobre mí; inseguridades expuestas, caminos truncos, decisiones esquivas plagadas de temores, cómo este miedo que por ser habitual no implica aceptación... Ser o tener? Pensar o hacer? Soñé despierto una vez más. Está vez con la nitidez de entrar en la vidas de esos personajes, y al mismo tiempo (otro tiempo), acercándome a mi pasado, a esas múltiples posibilidades, a los errores, los fracasos, las derrotas, las miserias propias; y también a esas caricias que disfruté levemente por no permitirme amar y dejar que me quisieran más de mi cuenta -difícil ecuación con solución en duda-, las reuniones con conversaciones profundas y distendidas, las risas sin sentido, la liviandad de ser y no parecer, los besos con pasión, dulces, embriagantes, cerrados, tiernos, amables, lacerantes, cicatrizantes, insidiosos o procaces... 
Y, mientras insistía con escaso éxito en secar el resultado de mi llanto, la existencialidad de mi (re)planteo reseteaba las calumnias reiteradas a mi burguesía, a mis pequeñeces, a mis sombras; la flama despedía brillos incandescentes, como ráfagas fugaces pero firmes, etéreas, pero esenciales. 

Tarde de lunes: La naturaleza de las cosas. Into the soul. La lucha entre razón y emoción renueva su batalla. Cada una conociendo las debilidades y fortalezas propias y ajenas, sus golpes de suerte, sus puntos ciegos. Así planteado el panorama todo parece igual, la rutina es un juez inapelable, incluso para la buena voluntad de una jornada con variables. Lo que el intelecto aún no sabe es que su contracara, su hermana siamesa arisca, rebelde, anárquica, atesora esas imágenes, esos sonidos, ese conjunto de elementos que despertaron su conciencia: esa historia real, escrita y dirigida para su versión fílmica por la sensibilidad artística de Sean Penn. Ella recordará íntimamente "Into the wild -Hacia rutas salvajes".


Ezequiel I.

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