De cómo una primera cita termina en policial ibérico.

Extraño amanecer de un fin de semana peculiar. De esos que transcurren a un ritmo ralentizado, acorde al clima húmedo y por momentos denso del veranillo porteño, con vahos de ciudad abandonada, donde los únicos sobrevivientes somos aquellos postergadores de vacaciones -o las almas errantes de quienes no pueden disfrutarlas-. 
El despertador biológico de mi felina compañera Claire logró sacarme del soporiento ensueño de un domingo al mediodía, con la bella sirena de alaridos en miniatura, propia de un incipiente celo, tenaz, agudo y primerizo para ella. 
Ya no había espacio para el letargo, a pesar de las escazas horas de descanso (al filo de los 30, la adolescencia culmina adolesciendo, valga claramente la redundancia) y el despiste de situación: ritual de dirigirse al toilette -el idioma francés consigue estilizar cualquier connotación grotesca al hábito de lo mundano- lavarse las manos, prender el calefón, darle un beso a la susodicha, para sumergirme en la aparente cotidianeidad dominical. Dicen que el orden de los factores no altera el producto; doy fe, pero prefiero las erratas. 

Ducha, secado, desodorante a bolilla; antitraspirante, perdón. Todavía dudo de haber estado charlando algunas horas antes con damisela que conocí en particulares circunstancias. Encuentro que giró entre el calor del salón -sugiero precaución para los acalorados como yo a la hora de un primer face to face- que parecía tan solo ensañarse conmigo, cerveza negra tibia, y la incertidumbre de hablar sin saber si uno es oído o escuchado, vital diferencia si se pretende mantener la atención de nuestra interlocutora ocasional. Breves sonrisas, miradas pérdidas, silencios por momentos apaciguadores y en otros casi inabarcables, típicos de dos desconocidos que pretenden conocerse, sin saber hasta cuanto. 
Irradió femenil armonía, nobleza obliga. Un amiga que me conoce bastante bien -para mi disgusto- preguntaría a este escriba: "Pero, te gustó?"... Su alter ego masculino, con alguna que otra diferencia además de la genital, increparía: "Pero, está buena? El sútil encanto en la comunicación de los géneros. O de cómo las hormonas buscan supremacía sobre el intelecto, y viceversa. 

Los fucciles están casi listos, el agua rompió hervor minutos antes. Diminuta mesa improvisada frente a la caja boba. El pubis de mi gata aminoró su candente marcha, ya que los maullidos son más esporádicos y leves. El gourmet.com repite again a esos tres bonvivant de la gastronomía europea, por lo que opto un recorrido por el resto del universo de canales... No pregunten ni cómo, ni por qué: veinte minutos más tarde deseaba ser aquel detective inverosímilmente creíble, de bigote robusto, pequeña estatura y hablar pausado, seguro; casi, casi un aceptable clon de esos estoicos protagonistas del policial negro que hicieron legendarias las pantallas de Francia. 
Reta es duro, valiente sin excesos y, ante todo, honesto hasta la médula. Extraño nombre para un perdedor con perfil de héroe, en una España post Franco. Tan raro como este domingo que culmina sin pena ni gloria, como epílogo de un fin de semana peculiar. "No me contestaste, te gustó?", remarcará ella; "...entonces, estaba buena o no?", insistirá él. C'est la vie, mes amis.


Ezequiel I.

Comentarios

Entradas populares