Antes del anochecer...

                       
Si Gore Vidal calcula en voz alta que cien años será la cantidad de tiempo indispensable para deshacer el mal que su nación le ha causado al resto del planeta, queda claro que ninguno de nosotros verá los resultados de semejante empresa. 
Después de todo, no hay mal que dure diez décadas ni civilización que no terminé cambiando las piezas de su tablero para iniciar una nueva partida, aunque tal pantomima desemboque en similares circunstancias pasadas. Unas páginas más allá -tantas que ya no es el diario el que las escupe sino su revista dominical- el desapego aterriza en mi atención por medio de su exponente predilecto, el budismo. 
Relajación de neuronas en atardecer santelmiano, espera y avidez de lectura arremeten contra armónico artículo: y ese tedioso oficio (a veces pago, otras no) de insistir en amalgamar Oriente con Occidente, dado que el viceversa se concretó con creces; veáse cómo la imaginación no sólo no llegó al Poder sino que, genuflexa, dejó penetrarse violentamente por él.
                           
La musiquilla motivadora, esa cómplice y desbordante suma de notas que TNSO y Kusturica recrean desde el Mp3, le da otra gama de tonalidades a este cuadro frío, a este domingo -séptimo o primer día? Dios descansa desde hace mucho, que más da- paternal, inmobiliario y con puntillosa desolación citadina, a pesar de los bandos, del campo, de la industria, y de los sms de un amigo que prefiere la masividad impersonal de esa vía a la conversación presencial. "Y la vida siguió, cómo todas las cosas que no tienen mucho sentido...".


Ezequiel I.

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